jueves, 14 de abril de 2011

Vivir para contarlo



Silencio, ese tipo de silencio que hiela la sangre, que paraliza el tiempo, que lo suspende todo en un mísero 
momento y que parece no acabar.
Todo se torna gris, de ese gris azulado que es tan frío que asusta.
No recuerdo muy bien lo que fue después, sólo recuerdo como todo desapareció en menos de un segundo, como yo misma desaparecí, el coche se agitó con gran violencia y yo fui arrastrada con él.
Y después nada, silencio y nada.
No me asustaba morir, o eso creía hasta el momento, porque esas cosas no se saben hasta que te ves sin aire, hasta que tus pulmones se contraen suplicándote una brizna de oxígeno.
Me gustaría decir que vi una luz, que un hermoso ángel, me arrastró hacia un mundo mejor, pero no fue así, me sentía sola y rodeada de oscuridad, pensé que las Moiras estarían calculando el momento exacto en el que segar mi vida con sus detestables tijeras, pero finalmente no fue así.
Todo se desdibujó por un instante y no puedo siquiera recordar lo que fue después.
El siguiente recuerdo se sitúa en el hospital, debo decir, que los hospitales para mí no significan nada más que un lugar sumamente horrible donde malgastar tu tiempo de forma innecesaria, pero eso desgraciadamente es solo si vas de visita.
Sin embargo, este hospital era diferente, cuando abrí los ojos por primera vez pude entrever unas paredes azuladas que me producían seguridad y tranquilidad, ante todo tranquilidad, desee levantarme, buscar a alguien y hablar, nunca había deseado tanto hablar.
Intenté realizar un acto tan sencillo como mover la pierna derecha y bajar de la cama, pero no pude, intenté emitir un leve movimiento de mis extremidades inferiores pero no pude, mis piernas no estaban inmovilizadas por nada ni nadie, y ese fue el momento, el preciso instante en el que te das cuenta de que tu vida va a cambiar para siempre, de que todo, y digo absolutamente todo, no será como era hace unos momentos, y lo único que puedes hacer es gritar, gritar intentando que el mundo se pare, y la vida recobre algo de sentido.
Es una pena que para lo único que sirviese fuera para alertar a una enfermera que pasaba cerca, no recuerdo ninguna de sus palabras, supongo que no eran importantes, no respondí a sus preguntas, ni siquiera la miré, ante este gesto ella decidió avisar a un médico, en menos de tres minutos un hombre de unos dos metros de altura y de bata blanca irrumpió en la habitación, se aproximó a mí y mirándome directamente a los ojos me dijo: “Tienes mucha suerte de vivir para contarlo”.
En ese momento no comprendí sus palabras y tampoco hice ningún esfuerzo, me había quedado paralítica y condenada a una horrible vida.
Más tarde hablando con mi hermana, comprendí de algún modo “mi suerte”, mi coche había sido arroyado por un camión, salí despedida de la carretera y terminé varios metros más allá, no fue fácil trasladarme al hospital y tampoco estabilizarme.
Por suerte o por desgracia a veces la vida no consiste en salir triunfante de los problemas, a veces la vida es solo vivir para contarlo, y eso hice yo, cogí un cuaderno y escribí todo lo que pude, porque sabía que tarde o temprano los recuerdos no serían tan nítidos o mi memoria tan buena.

viernes, 11 de marzo de 2011

"¿Por qué todo el mundo me dice lo que tengo que hacer? ¡No! Este es mi sueño y yo lo gobernaré"(Lewis Carroll)
Supongo que hice Word by word en esos momentos de debilidad en los que haces lo que te dicen sin pensarlo dos veces, una gran amiga me dijo que escribir debía ser mi sueño y por lo tanto me he propuesto gobernarlo.
Teniendo en cuenta que la vida es sueño y los sueños sueños son, nadie debería tomar muy seriamente las palabras que aquí se encuentran, simplemente son fragmentos de mis sueños, de esos que tenemos todos pero que nunca contamos...  ¡Atención porque aquí van mis sueños!